Domingo 16:13

Todo ha acontecido rápidamente, mi cuerpo siempre está por delante, soy muy lenta, muy lenta, cada vez contemplo más y me involucro menos, amplia vida interior, los hechos son meditados tardíamente, me mudé, cayó el fin de semana del día de muertos, yo tenía muy presente el anterior día de muertos, lo había fijado en un mail (todo este tiempo escribiéndole, en realidad me escribía a mí misma), me había afectado profundamente: aquel viernes tuve que ir al centro histórico del D.F., a la calle Argentina justamente, después me sumergí en Donceles, en las librerías de viejo de Donceles, encontré un libro de Deniz y una edición muy vieja, descolorida, tapas azul cielo, de Las Elegías de Duino; 20 pesos en total, atravesé el pasaje Catedral, con su memorabilia religiosa y su estatua de Juan Pablo II, prohibido tomar foto, la plancha del Zócalo un muégano, las calaveras de azúcar gigantescas, una piramidal ofrenda de muertos hecha de pantallas de televisión, dedicada a Cerati; un festival en su honor, una banda llamada “Rojo marfil”, tocaba Vivo cuando yo crucé. Todo estaba reciente, tomar el Zócalo por asalto, manifestarse donde antes no se permitía. Yo tenía que ir a la calle 20 de Noviembre a recoger el vestido de dama de boda, muchas veces recorrí ese pasaje con mi mamá, de niña, en busca del vestido de reina de la primavera o una crinolina de bailable o la indumentaria de la primera comunión. Me dio tiempo de comprarme unos zapatos leoneses para la boda, así lo marcaba el presupuesto y la preferencia, intenté llegar al metro a través de Madero, empresa que me tomó más de media hora, una barrera impenetrable de disfrazados, familias, parejas, monstruos que cobraban para la foto, extranjeros, despistados, mi celular sin pila. Metro Balderas atascado, tres o cuatro trenes, sin posibilidad de abordaje. Había quedado con J a las 9 en el cine, veríamos la que entonces era la nueva de Woody Allen, no podía avisarle de mi atraso, no tenía efectivo, salí del metro y logré entrar a un cajero, saqué dinero, un taxi rosa se detuvo, lo abordé y llegué al cine y no se había hecho tarde y J sonreía y la película no empezaba y aquello también me producía sentimientos, yo iba a interrumpir esos viernes, cambiarlos por otros.

El día de muertos me pegó. No hubo sustitución. No hubo disfrazados, velas, cempasúchil ni por equivocación, no hubo Halloween siquiera, alguna máscara, una gota de sangre falsa, un poco de juego, un poco de risa, nada, ni lo uno ni lo otro, un fin descolorido, en un departamento nuevo, aquello estaba bien y mal, otra vez el cuerpo por delante, una pelea en la calle, de madrugada: dos parejas; una mujer  que gritaba y gritaba, el otro la sacudía, los amigos los separaban y a veces observaban, los cuatro estaban muy borrachos, de pronto alguien se caía, avanzaban pocos metros y muchos boludos y otras palabras alcohólicas y balbucidas, el domingo: Congreso, la plaza más cercana, el área verde, reflexiones, caminata por el barrio, reconocimiento del terreno, ¿y ahora cuál es el objeto? En medio variadas ocasiones e intercambios sociales, y una enfermedad terrible y horas febriles, poca lectura, poca escritura, lluvia, sol, plantas, horizonte por la ventana, noticias regulares, mexicanos, paisanos, amigos, una niña cejona en el Ramos Mejía, yo llamo a los niños, los encanto, ésta podría ser mi hija, me llenó de palabrerías, que tenía una víbora, en un árbol, junto a su cama, y era karateca, y yo la escuchaba y la trataba como a algunos niños les gusta ser tratados, con mucha seriedad y como si fueran adultos.

Pero me queda una semana en Buenos Aires antes de volver, si vuelvo, si vivo (¿quién tiene garantías de nada?), el próximo año, y siento que no es cierto, que me faltan muchas cosas por hacer aquí, si es posible regresar a lo que extraño y anhelo, y a mi tormentosa relación con el D.F., no me cae el veinte, estoy en negación, otro cambio brusco, mis defensas en el suelo, ¿haré lo que debo hacer y terminaré lo que debo terminar?, me cuesta pensar que ahora estoy aquí y en unos días allá, que otra vez el espacio cambiará, el sol (adiós, sol), el acento, la comida (¡al fin la comida!), los sentimientos, la vida interior, una vez más.