Mástil

Necesidad de escribir, pero no aquí, que de pronto se torna demasiado personal (confesional, público, abierto, incluso: leído).

La mudanza. Ideas que serían otras ideas, ya discutidas, ya escritas, ya desprendidas. La novedad de todo, la triste novedad de todo: encontrar una nueva tiendita, una nueva verdulería, dónde venden pan, o tortillas, o papelería, o un sastre; descubrir todo, otra vez: qué cansado, qué emocionante, qué agotador. Quisiera quedarme quieta (qqq) como un faro y ya no tener que moverme. Siempre me muevo. ¿Cuántas veces me he mudado en la vida? Más de veinte. Los objetos en una caja, el proceso de tirar basura en bolsas negras, de mirar los libros una y otra vez, de encontrar lo que no sabías que tenías, de meditar qué harás con esto, si lo necesitarás, si lamentarás deshacerte de él. Y todo es como provisional, aunque espero que no, que esta vez no. Luego, desear dormir, bajo las cobijas, con las cortinas cerradas, sintiendo una respiración contigua, sin pensar demasiado que hay que organizar y reorganizar la vida y que todo cambia y todo muere y todo podría continuar en cajas por siempre, por siempre.