Veleidad

Escribir.

Pero dónde.

No aquí.

Allá, en los cuentos. En el Word. En el trabajo. Lo que debe escribirse.

Leer. Sin método y con él. Esperar, esperar, esperar. Desear.

Tengo un borrador de post de hace dos meses, sobre Cortázar. No le agregué nada más y no lo publiqué. Algunas semanas después me invitaron a hablar de sus cuentos en el Villaurrutia, privilegio inesperado. Tuve más ocasión de pensar en él. Algo quería escribir sobre la idea de Cortázar. Sobre la mirada de hoy en torno a Cortázar. Sobre el supuesto buen Cortázar (el de los cuentos) y el malón Cortázar (el de Rayuela, que, en muchas opiniones, “no sobrevive la prueba del tiempo”). Pero luego ya no lo continué. Oficinapendientestextoscuentosnadaquédecir. Empezaba:

Hace unas semana releí Rayuela y me gustó mucho la experiencia; esperaba escenas, imágenes, episodios específicos; ya no había oscuridad en la trama; todo era como un viaje en autobús del que no esperas la llegada sino más bien el paisaje a través de la ventanilla.  Y concluyo que me gusta Rayuela. No perdió con la relectura. Reconozco en la prosa de Cortázar, obviamente, muchas cosas que he intentado. Lectura de formación. Claro: esta última vez la leí de manera lineal, sin saltar a los capítulos prescindibles, aunque de pronto me seguía por inercia y encontraba cosas extrañas, me acordaba de cómo desequilibraban la atmósfera y aumentaban la sensación de desorientación, y de inmediato volvía a la trama concreta de Oliveira y la Maga en París; Oliveira y Traveler y Talita en Buenos Aires. Muy agradable.

Fui a Ámsterdam. Por el trabajo. Nos invitó una página de internet, booking.com. Todos los de booking.com me cayeron muy bien. Buena empresa, gran ambiente, industria aparentemente inofensiva. Me paseé por Ámsterdam sola (a veces con los otros periodistas, a veces con un nuevo amigo, polaco, Piotr, fan de Game of Thrones). Pensé en muchas cosas. Conversaciones, lecturas, paseos concentrados. Todo era intenso y a la vez sosegado. Todo pasaba lento y a la vez demasiado rápido. Pero me gustó Ámsterdam. Me gustó lo que sentí. Me gustó lo que me hizo pensar. Fue un reencuentro con Ana (Frank). Con la idea de escribir, con el cuestionamiento de escribir. Pero mejor no escribir aquí, porque ya empecé otra cosa allá, en el Word.