1.
“Salir a decir que están muertos, sin ninguna certeza, “es una forma descarada de torturar a los padres de familia”, señaló uno de los padres de los desaparecidos.” (La Jornada)
El dolor que no tiene nombre. (El País)
“La desaparición forzada es probablemente la más siniestra forma de violencia. Supone una forma de tortura psicológica para los familiares. Por una parte quieren que aparezca aunque sea muerto y por otra conservan la esperanza de que no aparezca porque tal vez esté vivo y reivindican su vida frente a las autoridades. Es una situación psicológica de doble vínculo en la que cualquier pretendida salida supone un nuevo impacto, y el paso de los días o semanas no hace más que aumentarlo” (Carlos Beristain, psicólogo español).
“En México hay alrededor de 30.000 desaparecidos, según cifras oficiales. Muchos casos no reciben atención mediática. Los más crudos y que salen a la luz, sí la reciben.”
“Beristain expresa el efecto de la desaparición como “una especie de limbo del que ni siquiera se puede hablar. Ni siquiera hay un estatus para ese dolor”. La forma de “sanación”, dice, es la ayuda mutua entre afectados, acompañada por profesionales, e integrada en la búsqueda de justicia. “Lo que necesitan los familiares es la verdad”.”
2.
En tres ensayos de Margo Glantz sobre la degradación humana en Auschwitz [“La muerte voluntaria”, “Siempre es posible lo peor (políticas de la memoria)” y “Harapos y tatuajes”, todos reunidos en La polca de los osos (Almadía, 2008)]:
“En Auschwitz -el paradigma del campo de exterminio- se afinan otros procedimientos y se alcanza el grado más refinado de la deshumanización, la producción en serie de hombres que han descendido al grado más abyecto de la condición humana“.
(…)
“Auschwitz tecnificó a la muerte, en los campos se hizo posible la fabricación en masa de cadáveres y se acuñó un vocabulario burocrático para referirse a la exterminación”.
Recoge el testimonio de Filip Müller, “sobreviviente de cinco liquidaciones”, que narra lo siguiente en Shoah:
La muerte por el gas duraba de diez a quince minutos.
El momento más terrible era cuando se abría la cámara de gas, la visión era insostenible: la gente comprimida como si fuera de basalto, en bloques compactos de piedra. ¡Cómo se desplomaban fuera de las cámaras de gas! Lo vi varias veces, y era lo más duro de soportar, a eso no se acostumbra uno jamás. Era imposible. Sí, hay que imaginárselo: el gas comenzaba a actuar; se propagaba de abajo hacia arriba. Y en el terrible combate que se entablaba -pues era eso, un combate- la luz se cortaba en las cámaras de gas, estaba oscuro y no se veía nada, y los más fuertes querían subir, subir cada vez más alto. Quizá sentían que a medida que subían, menos les faltaba el aire, podían respirar mejor. Empezaba una batalla y al mismo tiempo todos se precipitaban a la puerta. Era psicológico, la puerta estaba allá y todos (…) se precipitaban hacia ella, para forzarla, era un instinto irreprimible en ese combate de la muerte. Y es por ello que los niños más débiles y los viejos se encontraban abajo y los más fuertes encima. En ese combate de la muerte el padre ya no sabía que su hijo estaba allí, debajo de él.
¿Y cuando abrían las puertas? Caían como bloques de piedra, una avalancha de gruesos bloques precipitándose de un camión (…). La gente quedaba herida, pues en la oscuridad se producía una debacle, se debatían, peleaban. Sucios, manchados, ensangrentados, les salía sangre de los oídos y la nariz.
Cita ahí mismo fragmentos del tratado y confesión que Jean Améry, judío nacido en Viena, escribió en 1976 para explicar su suicidio (Améry fue, con Celan, sobreviviente de Auschwitz):
“Lo que llamamos olvido en el sentido colectivo aparece cuando ciertos grupos humanos no logran -voluntaria o pasivamente, por rechazo, indiferencia o indolencia, o bien a causa de alguna catástrofe histórica que interrumpió el curso de los días y las cosas- transmitir a la posteridad lo que aprendieron del pasado. Todos los mandamientos y órdenes de “recordar” y de no “olvidar” que se dirigieron al pueblo judío no habrían tenido ningún efecto si los ritos y relatos históricos no se hubiesen convertido en el canon de la Torá…”
Glantz: “La reconciliación entre las víctimas y los verdugos era imposible porque sólo podía proceder de una letargia emocional y de un sentimiento de indiferencia ante la vida, o de una conversión masoquista de una sed de venganza auténtica pero negada (Anissimov).”
“Efectivamente, si el torturado nunca puede olvidar su tortura –Quien ha sido torturado lo sigue estando (…). Quien ha sufrido el tormento, no podrá ya encontrar lugar en el mundo (Jean Améry)-, los otros tienen el deber de recordarla y convertirla en memoria colectiva, como si fuera un nuevo mandamiento.”
3.
En “La violación: un arma de guerra”, contenido en Ensayos impertinentes (Océano/debate feminista, 2013; escribí una reseña del volumen aquí), Jean Franco analiza (y narra) la destrucción y degradación del cuerpo humano en los estados de excepción instaurados en Guatemala y Perú, en los ochenta y noventa, con el fin de reprimir movimientos insurgentes: el grupo Sendero Luminoso en Perú, a su vez responsable de violaciones y torturas en las comunidades que invadía, y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, conglomerado de grupos guerrilleros de ascendencia rural e indígena cuya persecución inició tras el exitoso golpe de Estado de Ríos Montt.
Uno de los fragmentos más difíciles de leer:
“Memoria del silencio (la documentación de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) de Guatemala) señaló que la barbarie de las masacres fue de tal magnitud que “a primera vista, podía incluso provocar cierta incredulidad”. Lo que hizo que los acontecimientos fueran verosímiles fue la reiteración del detalle y las exhumaciones de cadáveres, pero también “las imágenes, todavía vívidas en la mente de los testigos -de gargantas cortadas, cadáveres mutilados, mujeres embarazadas con el vientre abierto por bayonetas o machetes, cuerpos ‘sembrados’ en estacas, el olor de la carne quemada y los perros devorando los cuerpos abandonados que no pudieron ser enterrados- y que corresponden a un evento real ” (CEH, Memoria III: 249-250).
“A los niños (“la semilla”) se les mataba azotándolos contra una pared o arrojándolos vivos a las fosas, en donde eran aplastados por los cuerpos de los adultos muertos. El ejército también destruyó lugares ceremoniales y sacó “a más de 80% de la población de sus hogares”. La violación casi nunca fue un acto aislado cometido por una sola persona; eran actos colectivos. Un testigo de Guatemala describe a una mujer que perdió la conciencia y fue violada por veinte soldados: “estaba en un charco de orina, semen y sangre; era realmente humillante, una mezcla de odio, frustración e impotencia” (CEH, Memoria III: 28). A los soldados se les ordenaba matar, torturar y violar como una estrategia aceptada (CEH, Memoria III: 29).
(…)
«”La violencia”, escribe Judith Butler en su libro Vida precaria, es la manera en que “queda expuesta la vulnerabilidad humana primaria ante otros seres humanos en su versión más terrorífica, una manera de ser entregados, sin ningún control, a la voluntad de otro, una manera en que la vida misma puede verse suprimida por la acción intencionada de otro” (Butler 2004: 28-29). A la luz de la reciente violencia global, Butler pregunta: “¿Qué cuenta como humano? ¿Las vidas de quiénes cuentan como vidas? ¿En dónde son unas vidas más dignas de duelo que otras?” (Butler 2004: 29). La pregunta fue formulada de distinta manera por Solomon Lerner en su presentación del Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación de Perú en 2003: “¿Qué nos dice acerca de nuestra comunidad política, ahora que sabemos que 35 mil de nuestros hermanos están desaparecidos sin que nadie los eche de menos?”. Y, podríamos añadir, ¿qué nos dice que tantas “hermanas” hayan desaparecido o sido atacadas en su persona? ¿Pueden “la verdad” y “la reconciliación” reparar las ruinas de tantas vidas…?»
4.
Fragmentos de la declaración de Murillo Karam el 7 de noviembre:
“Incluso se encontraron restos que correspondían a mujeres, mientras que el grupo de estudiantes normalistas de Ayotzinapa estaba constituido sólo por varones, hechos de los que se ha iniciado una investigación y en este momento ya podemos determinar que policías municipales de Iguala se encuentran involucrados en el homicidio de estos cuatro cuerpos identificados en las primeras fosas de Cerro Viejo.
(…)
“Los documentos, los detenidos, perdón, señalan que en ese lugar privaron de la vida a los sobrevivientes y posteriormente los arrojaron a la parte baja del basurero, donde quemaron los cuerpos; hicieron guardias y relevos para asegurar que el fuego durara horas, arrojándole diesel, gasolina, llantas, leña, plástico, entre otros elementos que se encontraron en el paraje. El fuego, según declaraciones, duró desde la media noche hasta aproximadamente las 14 horas del día siguiente, según uno de los detenidos y otro dice que hasta las 15 horas del día 27 de septiembre.”
(…)
“A decir de los peritos, el alto nivel de degradación causado por el fuego a los restos encontrados, hace muy difícil la extracción de ADN que permita la identificación, sin embargo, no agotaremos esfuerzos, no los escatimaremos hasta agotar todas las posibilidades científicas y técnicas. Los peritos, tanto de la Procuraduría General de la República como los forenses argentinos en un esfuerzo exhaustivo, continuarán sus trabajos hacia la identificación.”
5.
Stefan Gandler, en El discreto encanto de la modernidad (Siglo XXI Editores/UAQ, 2013):
“El siglo XX no ha sido, como se puso de moda afirmar con ingenuidad o con intenciones abiertamente derechistas, tan terrible por los “grandes relatos”, lo que quiere decir los grandes sistemas ideológicos, sino lo fue más bien por la brutalidad que se vivió en este siglo, en el cual millones fueron reducidos a su pura presencia física y asesinados como muñecas (Puppen), como solían llamar los nazis a sus víctimas y victimados.
“La reideologización de los conflictos sociales, es decir, la reconstruida capacidad de percibirlas como tales, será el primer paso para poder parar la actual ola de violencia criminal, es decir apolítica, que está dañando a los habitantes de México y del mundo en general.”
6.
Después, un poema de Primo Levi, traducido por la misma Glantz:
Tú que vives en calma
bien abrigado en tu casa,
Tú que encuentras,
cuando de noche regresas,
la mesa puesta, rodeada de rostros amigos.
Considera si esto es un hombre:
El que sufre en el lodo,
el que no conoce el reposo,
el que pelea por un mendrugo de pan,
el que muere por una insignificancia.
Considera si esto es una mujer:
la que ha perdido sus cabellos y su nombre,
y hasta la capacidad de recordar,
los ojos vacíos y el seno frío
como una rana en el invierno.
No olvides que esto sucedió.
No, no lo olvides:
Graba estas palabras en tu corazón,
piensa en ellas, en la calle
en la mañana, por la noche
repítelas a tus hijos
O si no que tu casa se derrumbe,
que la enfermedad te haga sucumbir
y que tus hijos te abandonen.