(me siento en la obligación de aclarar que todo salió bien con el asunto anterior)
Tenía bastantes puntos que quería escribir sobre el Corona Capital, pero una semana después no me parecen tan importantes y, además, ya están desfasados. Creo que en general fue un buen festival. Sólo he ido a dos festivales internacionales antes (Lollapalooza 2010 y el Rock en Seine de este año), así que ponerse a comparar es mamón. Aunque igual lo haces. Y tal vez por eso creo que el Corona estuvo muy a la altura. Además del cartel que, ya todos lo apuntaron, fue excelso (aunque se equivocó, o dejó que la gente se equivocara, en el acto estelar, que era New Order y no The Black Keys). Segundo, las comodidades. Mi experiencia en los Sani-Rents fue saludable, y eso que usualmente tengo una relación neurótica con las idas al baño en espacios exteriores. Muchas veces entré a algunos que estaban recién sanitizados y que hasta olían a Pinol (aunque nunca mirara, porque nunca miro, porque me protejo de ese modo; J dice que tiene que mirar -es una persona normal- en caso de que haya algo, ¿pero qué puede haber además de lo que ya suponemos? Y aunque hubiera un animal, a menos que ese animal fuera una innombrable, cosa que considero improbable aunque posible, no es grave si de todos modos entras, haces lo tuyo y te largas lo más rápido posible).
Tercero, la carpa de comida en el área del Bizco Club era un lugar desolado, como apartado del mundo, en el que podías sentarte a comer sin que el ruido, o el calor, o las aglomeraciones de afuera te interrumpieran. Por último, pero esto ya no es responsabilidad del Corona, hubo un clima excelente con el que podías sentarte en el pasto, recargarte en tu chamarra enrollada y escuchar M. Ward bajo el sol vespertino.
El primer día hicimos estos movimientos:
1. The Walkmen. Llegamos a las cinco de la tarde, apenas iban empezando. Hubo problemas con el ingeniero de sonido y Hamilton Leithauser se molestó y cantó enfurruñado y creo que fue un error cantar The Rat tan pronto. Pero los disfruté muchísimo y fueron una deuda pagada, pues tenía el plan de verlos en el Lollapalooza y no lo hice.
2. Sí queríamos ir a Death in Vegas, pero nos movimos unos pasos para escuchar a The Wallflowers. Otro momento para sentarse en el pasto y escuchar. (Este año vi a Bob Dylan y también a su hijo, Jakob, así que puede clasificarse como un buen año.) Sin embargo, acá pasó algo injusto. Cuando empezaron a tocar One Headlight, las hordas se dejaron venir. Y ese fenómeno de la canción conocida, del one hit wonder se esfumó cuando la canción se acabó, y todo mundo empezó a irse. Eso es tan frío. Irse dándole la espalda a una banda que todavía está tocando, ¿nadie imagina lo que deben sentir los músicos ahí arriba? Tener que tragar, una y otra vez, esta injusta píldora de que la gente te conoce sólo por una canción, aunque no sea la mejor, aunque tengas una trayectoria, todo esto nos partió el corazón. Sobre todo cuando Jakob dijo algo como “This is even better” (o: estamos los que importamos).
3. Cat Power. Me gustó muchísimo, me mantuvo atraída a su actuación todo el tiempo, aunque la verdad nunca he sido su fan.
4. The Kills. Uf. El año pasado los vimos en el Salón 21 y esa vez fue importante por muchas razones. Alison Mosshart es una sex goddess. Me encanta la mezcla de su música más o menos punk, de mucha energía en el escenario, con la elegancia de ambos, y que estén tan relacionados con la moda (con el mejor aspecto de ella).
5. Suede. La elección era obvia y sin embargo muchos prefirieron ir a Franz Ferdinand. Aquí es cuando puedo decir que el cartel fue escogido y acomodado con mucha inteligencia. Harás a la gente elegir entre lo tradicional y lo novedoso, entre lo ‘clásico’, si quieres, y lo ‘de moda’, si quieres. Entre las bandas con algún éxito Mtv, que atraerán a gente, y las bandas con trayectoria, que atraerán a gente. En Bizco Club estaban Sleigh Bells. También puedes tomar esa decisión. Todo dependía de tu ánimo y de tu nivel de enfiestamiento.
8. The Hives. Divertidos la mitad que los vimos. Pero cambiarnos a Miike Snow fue la mejor decisión de la noche, y lo que dejó la entrada ideal para Basement Jaxx, que aunque se retrasó media hora, y media hora es importante en un festival, fue un cierre espectacular. Ahí fue cuando dije: oye, esta carpa es muy divertida y una debe procurar no alejarse mucho de ella.
Al otro día:
1. Alabama Shakes. Llegamos rayando porque J moría por verlos. Otro gran inicio, el atardecer, la música (tenía ganas de ver a The Big Pink, que también vi sin ver en el Lola).
2. Moría por ver AraabMuzik. Este año bajé su último disco y lo escuchaba todo el tiempo, sorprendida, sin saber realmente qué genero era además de electrónica impresionante. Uf, qué momentos; una de mis presentaciones favoritas en todo el festival y cuando más me convencí de que Bizco Club era the place to be.
3. Un poco de The Raveonettes (que vi poquito alguna vez que le abrieron a Depeche Mode hace como tres años).
4. M. Ward. El pasto, el sol, el descanso, la felicidad.
5. Tegan and Sara. Por supuesto. Encantadoras.
6. James Murphy por añadidura.
7. La segunda mitad de My Morning Jacket.
8. New Order, mi momento estelar.
Nos fuimos. En ocasiones distintas ya habíamos visto a The Black Keys, y ya no me emocionan casi nada; para entonces el grupo se había separado y reencontrado de múltiples formas, y la verdad no creímos tener energía para llegar hasta Dj Shadow, lo cual fue una lástima.
Un último comentario: muchos gringos que seguramente vinieron exclusivamente al festival, y no sólo porque se les cruzara. Eso es bueno. Habla de que el cartel resultó tan vistoso que atrajo a gringos, para quienes debió ser una gran experiencia venir a México (y de paso viajar), ver bandas grandiosas y pagar muy poco por todo. Además, venir al DF. ¡Al De-efey! Tantas cosas por hacer acá.
Por otro lado, el Corona levantó suspicacias porque Ocesa lo organizó, pero me parece más crimen dejar de disfrutar de la música, de la experiencia tan autocontenida que es un concierto, de ese momento de catarsis que da escuchar una canción favorita en vivo, escuchada en la intimidad muchas otras veces. Eso creo y tal vez por eso tampoco siento tanta culpa de ir al Starbucks por el café del día.