Le había contado él, y ella me contó brevemente, mientras bajábamos unas escaleras, que a un amigo suyo una novia que tuvo le enseñó a distinguir nuevos colores. Unas montañas se divisaban en la ciudad alemana donde nació, que él percibía grises. Ella, que era pintora, le demostró que eran lilas. Y él pudo verlo. También, desde hace muchos años tengo una playera que yo veía gris. Pero cuando empecé a salir con J se refería a ella como mi playera café. Y yo decía no, es gris. No: café. Etcétera. Después traté de verla con otros ojos, con otras ideas, y en mi alma seguía viéndola como gris, la combinaba como gris, en mi mente se proyectaba, hacia afuera, como gris. Pero hace poco entré al catálogo de la tienda y comprobé que la llaman tri-blend-coffee. Es café. Es café. Otro abrigo que tiene ella, yo lo veía negro pero después me enteré que es azul. Por último, ayer J me regaló un termo con una tapa amarillo encendido. Dijo que le gustó la mezcla de colores, pero yo vi el metal del vaso café, por lo que pensé, débilmente, “¿es interesante combinar el amarillo con el café, que son colores terrosos, gubernamentales y/o bancarios?” Pero luego, por otras cosas que dijo, comprendí que el café era morado, un magenta guindoso que hacía un contraste metálico (ensoñador) con el amarillo.
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