A la vuelta del hostal donde me quedaba había una librería de viejo. Ahí compré una libretita minúscula que me sirvió de formulario, agenda, mapa-croquis y confesionario. En una parte escribí: “Nueva York redime a Estados Unidos”. Estaba en el bar del Music Hall de Williamsburg, haciendo tiempo en lo que Juliette Lewis salía para dar un concierto magnífico. Muy rompebolas, para ser más exacta. Abajo de la frase escribí que a mí también me redimían los hombres que me habían amado. Algunos. Y después seguí escribiendo borracheces de poca monta que llenaron las hojas hasta que me puse a charlar con un muchacho de ascendencia salvadoreña que se crió en Nueva Jersey. Bebimos hasta vomitar. Bueno, yo.
Pero me gusta la frase. Es cierto que una ciudad tan bella redime a un país tan fascinante como odiable. Que Nueva York solo vale el trámite vergonzante y molesto de exponerse a los cónsules de la Embajada. Eso.
Algunas fotos sobre mi segundo día en la “gran manzana”:
A la salida del metro, en Union Square, claro. No pude dejar de notar que muchos gringos acostumbran tomar su lunch sentaditos en una banca, mirando a la gente. El calor estaba bueno, pero no insoportable.
Como los neoyorquinos amantes de los espacios públicos, comí falafel con camarones de un carrito de la esquina (que, lamentablemente, no era atendido por Ross) sentada en una banca del Madison Square Park. Traía puestos mis zapatitos hechos a mano comprados en Guanajuato. Una señora me preguntó dónde los había comprado y así empezamos a platicar por horas. Me recomendó a qué lugares ir y me contó de su vida, etcétera. Al final me señaló a este sujeto en la azotea de un edificio. “Búscalos, están en todas partes”, me dijo. No encontré a ningún otro.
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En Chelsea, donde abundan las galerías de arte. Con una foto del compañero de este cuadro inauguré mi Tumblr, pues qué.
Yo me quité los zapatos y me puse a caminar sobre el agua. Relindo.
Entré por la 60 Este y caminé, caminé y caminé, hasta que llegué a la otra puerta y pensé: Um, fueron dos horas, pero Central Park no es tan grande como pensé. Caminé un paso y noté que estaba en la 60 Oeste. Es decir, lo había cruzado a lo ancho, pero no a lo largo. Así que en verdad, Central Park es inmenso.