1. Al alcanzar el nivel Operating Thethan III (O.T.) en Cienciología, se llega a la siguiente revelación:
“La principal causa de los problemas de la humanidad empezó hace 75 millones de años, cuando el planeta Tierra, entonces llamado Teegeeack, era parte de una confederación de noventa planetas bajo el mando de un despótico tirano llamado Xenu”.
El documento secreto, obtenido por Los Angeles Times en 1985, es recogido en The Apostate, reportaje del ganador del Pullitzer, Lawrence Wright, para The New Yorker. El texto, un trabajo de investigación con el grosor de una novela corta, narra la deserción del guionista Paul Haggis de la iglesia de la Cienciología, después de militar en ella durante 35 años.
Cuando decidí ir a la iglesia de la Cienciología en México, sabía de sus polémicas, pero no conocía a detalle su sistema de creencias. La religión, creada por el escritor de ciencia ficción L. Ron Hubbard, proclama no hacer “esfuerzo alguno por describir la naturaleza exacta del carácter de Dios” y, por tanto, tener más similitudes con las religiones orientales que con la cristiana. Sus cursos de autoayuda multinivel están diseñados para eliminar los recuerdos dolorosos y acercarse a la “salvación espiritual”. Hay un infinito, pero la Dianética es flexible al respecto: lo que para algunos es Dios o el creador, para la Cienciología es el todo.
De hecho, son tan flexibles que es válido ser cienciólogo y profesar cualquier otra religión tradicional al mismo tiempo.
2. Llamé durante tres días. La primera vez, dudosa, dije que quería unirme.
— ¿A trabajar? –la voz era de mujer, su cortesía recordaba a la de un burócrata.
— No, a unirme unirme.
—¡Ah! Al Instituto.
Rectifiqué la dirección (de su página web): Chapultepec 540.
A la hora acordada recorría el tramo que va desde avenida Sonora hasta Veracruz, en el corazón del paradero Chapultepec. En el número 540 encontré la panadería “Lafayette”, un local diminuto con una charola de panes: el edificio que lo contenía estaba en reconstrucción.
Llamé de nuevo al número que antes marqué tantas veces. La voz nasal de la señorita de malas maneras: “Ay, es que ahora estamos en Balderas 27 esquina con Juárez”.
Durante años, el Instituto Tecnológico de la Dianética ocupó el sexto piso de un edificio que fue construido en los cincuenta o sesenta, ahora herrumbroso, inútil. Hoy habita con holgura un moderno edificio de cinco pisos (un macrotemplo) en el que se lee, con letras grabadas en piedra, Scientology.
3. Aunque la Cienciología llegó a México en 1970, aún no cuenta con registro oficial en la Secretaría de Gobernación como asociación religiosa, una figura jurídica que le da derechos frente al Estado. Opera, sencillamente, como una asociación civil. Los dirigentes de la iglesia iniciaron el registro desde 1998, pero fue denegado con el argumento de no presentar notorio arraigo.
“El notorio arraigo es una cosa un poquito equívoca y ambigua, que se resume en tener de uno a diez o cien mil seguidores, y que la presencia se conozca”, explica el doctor Roberto Blancarte, director del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México y experto en temas religiosos y relación religión-Estado.
Blancarte, quien asesora a la iglesia de la Cienciología para obtener su registro como asociación religiosa, es cercano al proceso. “Otros requisitos que se les pide son: que expongan su doctrina, que digan quiénes son sus dirigentes y cuáles son sus instalaciones, templos o equivalente, todo lo cual ya hicieron y en regla”.
Después de la negativa inicial, los dirigentes de la iglesia iniciaron un segundo proceso de registro con un expediente “tan grande que tuvieron que llevarlo en un carrito”, dice Blancarte.
“Cuando fui Coordinador de Asesores de la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, me tocó lidiar con muchos funcionarios que suponían cosas de iglesias que desconocían, sin que les asustasen las prácticas de la religión católica. En una ocasión, quisieron cerrar una iglesia que vendía ‘pócimas milagrosas’, sin cuestionar los productos que se venden afuera de la Basílica, incluida el agua bendita”.
3. El macrotemplo de Balderas y Juárez es lujoso, una mezcla de lobby de hotel, librería y centro de convenciones. Apenas llegué, un hombre rollizo y todo sonrisas, con un suéter negro de cuello de tortuga, me dio la bienvenida y preguntó el motivo de mi visita. Le dije que quería hacer el test de personalidad, del que me enteré en la página del Instituto Tecnológico de Dianética A.C. (costo original, según Scientology México: quinientos dólares).
En un salón con espacios semiprivados provistos de un lápiz, un par de señoras y una chica emo resolvían afanosamente el examen de 200 preguntas. Rellené datos falsos. Luego respondí todo lo opuesto de lo que normalmente respondería, más un entusiasta sí en las preguntas que lo requerían (“¿Te interesan mucho los demás?”), un enfático no a las que no (“¿Estás a favor de la discriminación racial?”) y un tibio “depende” a las que de plano no entendí (“¿Algunas veces tienes la sensación de que la vida es como un sueño, cuando todo parece irreal?”)
Mientras esperaba mis resultados, paseé discretamente por las espaciosas áreas, divididas por paneles de madera. En cada esquina hay un exhibidor con un libro de L. Ron Hubbard distinto. Acá hay una muestra de su nutrida colección.
El mobiliario: más de quince televisiones planas marca Panasonic, provistas de un apéndice de botones luminosos para navegar por los menús. Un asiento sin respaldo, parar mirarlas con la espalda arqueada. Hay un video distinto en cada televisión: uno explica qué es la Cienciología y cómo puede cambiar tu vida, otro ofrece testimonios de beneficiados, otro más entrevista a los líderes regionales, otro (con actores gringos, perfectamente doblados al español) transmite imágenes realistas y violentas. Eso, aseguran, es tocar fondo.
Al cabo de un rato, el chico del suéter me llevó a una oficina.
— Te confieso que, en el año que llevo trabajando aquí, son los resultados más altos que he visto.
Intuí que mi correcto llenado del examen se había convertido en un problema, pues sin áreas problemáticas a la vista, resultaba más difícil convencerme de la necesidad de aplicar los conocimientos de la Dianética. El diálogo, no más de quince minutos, fue un tibio forcejeo de confesiones.
Al final, el gordito terminó ofreciéndome un curso de liderazgo.
4. En el documento Panorama de las religiones en México 2010, del INEGI, se afirma que en 1985 solo 1% de la población profesaba una religión distinta a la mayoritaria, que es la católica. Hoy la cifra es de 15%, incluidos los que no profesan religión alguna. Hay siete posturas religiosas predominantes, en cuya cabeza está la católica (más de 92 millones en todo el país). Le siguen: iglesias cristianas (protestante, pentecostal, evangélica, cristiana); Adventistas del Séptimo Día, Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días, Testigos de Jehová, Judaica y sin religión.
Uno puede aventurar que la libertad de cultos va a la alza. En la Clasificación de Religiones del Censo de Población de 2000, la pregunta tenía tres opciones: católica, ninguna u otra. Entonces, la Cienciología fue clasificada dentro de los movimientos espirituales de origen esotérico y del potencial humano, y se identificó en más de 300 casos.
Para el Censo de 2010, la Conapred sugirió una pregunta abierta, con el fin de no segregar a los practicantes de otras religiones. En este registro, la Cienciología aparece con la clave 8004, aunque sin el número exacto de seguidores (las cifras del Instituto manejan más de 5 mil afiliados en todo el país). El siguiente en la clasificación de religiones: la secta de Moon, o Iglesia de la Unificación, creada en 1973 por el reverendo coreano Sun Myung Moon.
Moon, como Hubbard, fue un líder espiritual avenido en millonario.
5. En la segunda etapa hablé con un señor canoso de ojos orientales, vestido como mesero de casino (también, todo de negro, solo que con chaleco y un porte más distinguido). Un tipo de pocas palabras que, secamente, preguntó cómo me enteré de la Dianética. Inventé una amiga, sin detalles. Asintió satisfecho y me enseñó el curso de liderazgo, con valor de 700 pesos.
— Es un curso supervisado por personal especializado, tú lees el material a solas y recibes calificaciones durante el proceso. El horario es personal, tú lo eliges. El tiempo sería de unas doce a quince horas y una parte es teórica y otra es práctica.
— ¿Y cómo empiezo?
— Pues te inscribes.
Después de seis minutos, accedí a pagar el primer curso, con un adelanto de cien pesos. En el lobby, mientras registraban mis datos falsos, me encontré con un grupo de gente en atuendos semiformales. Una mujer altísima, pelo dorado, acento caribeño, preguntó qué curso tomaría. Le dije cuál.
— ¡Eso! –exclamó guiñando los ojos, en un gesto que francamente me asustó.
También me saqué fotos (con el de los ojos orientales, sosteniendo el curso al que tendría acceso el día que terminara de liquidar mi deuda). Recibí felicitaciones de algunos, palmaditas invisibles. La calidez lleva a sentirse parte de algo –incluso cuando ese algo es desconcertante. Todos en el Instituto de Tecnología Dianética tienen actitud de vendedor de promesas. Tu tiempo compartido es la felicidad eterna.
6. En Proceso, el reportero Juan Pablo Proal Mantilla lleva algún tiempo investigando y recolectando los testimonios de diversos adscritos y proscritos de la organización y ha dado cifras duras sobre su operación. Hay acusaciones graves, como trata de blancas. Otro adverso: el blogde César Velasco, presunto apóstata, que narra los abusos (económicos, emocionales) de la iglesia de la Cienciología hacia él y su familia.
Aunque sus oficinas están en Argentina, la Red de Apoyo a Víctimas de Sectas ofrece ayuda a los mexicanos que deseen contactarlos. El hecho jurídico es uno, sin embargo: pertenecer voluntariamente a una religión exime a sus dirigentes de responder por las decisiones ajenas. Roberto Blancarte lo resume: “La acusación de trata de blancas hacia la Cienciología es injustificada, porque muchas congregaciones religiosas caerían en esa clasificación”.
— ¿Cómo cuáles?
— Las monjas. Desde una perspectiva religiosa, a eso no se le llama entregar tu libertad.
Del blog de Letras Libres.