Otra vez el bloqueo y el blog como excusa. Yo había logrado ser productiva y entregar mis traducciones y realizar mis lecturas y mandar mis correos y terminar pendientes y, en suma, hacer mis deberes. Pero entonces, desde el jueves, una desidia o un bloqueo o un miedo o unas ganas de no tener que escribir y demostrarme cosas o demostrárselas a otros, o ni siquiera eso, porque no es tanto una demostración como otra cosa. Pero quién sabe qué cosa. No se me habían olvidado en absoluto las madrugadas porteñas, con cierta ansiedad, echando un incienso tras otro, un té tras otro, con la pestaña del Word parpadeante, con la Vista Previa a tope de pdfs abiertos, con mis cuadernos abiertos y ojos dibujados en los márgenes, y con todo esto encima. De qué sirve saber que las circunstancias son distintas, que el lugar es otro y estoy más contenta, que ya no tendría que hacerme cargo del dolor ajeno y lidiar únicamente con el propio, que sigo extrañando a J y al gato, que sin embargo he conocido personas, hombres y mujeres, y he sostenido encuentros sexuales con hombres y mujeres, pero que al final acá estoy, a solas, frente a la pantalla, ventilándome en mi blog.
.
.