Crisis. Crisis tras crisis. Mucho trabajo. Esa forma de meditación que es el demasiado trabajo. Cómo embota los sentidos. No me escribo, no anoto las cosas para recordarlas. Tengo entradas a medias aquí. Llevo semanas con el deseo de escribir de Chile, de ese viaje tan intenso y por eso tan perfecto, que contuvo todas las emociones, los picos y los abismos, y las casualidades o sincronías, ¿o qué eran, qué fueron? Había crisis entonces y no se apaciguaron al volver sino que la bola de nieve rodó y rodó y su fuerza y su velocidad me alcanzaron y fui arrollada, y sigo respirando entre la nieve o el calor, empezó a hacer calor, y luego el calor se trasladó a otras partes de mi cuerpo y en medio del desastre, el placer, y los dos polos del sentimiento, hace unos días quería escribir esto, aunque ya no tiene mucho caso, porque no puedo dejar de pensar en Call me by your name, la fantasía o el ideal de un amor, y la dicha y el dolor que emanan de él. Y la duración, el estudio de la duración. Porque el tiempo objetivo ocurre afuera, el calor y el sol y la lluvia y la noche y el día, y la atmósfera de los sitios donde ocurre el amor, y el paisaje, y a partir de ellos el dibujo de un pequeño mapa (el amor encontrado en el verano, sus llamas que en invierno arden todavía). El deseo, el deseo animal: la experiencia que es, toda sí, profundamente erótica. Y del amor, lo sagrado de su recuerdo. Yo tampoco quiero estar en bancarrota y volverme cínica y cada vez dar menos, tengo que desdecirme porque pensar que no me enamoro es pensar mal. Ah: esta lujuria doliente, dice Francisca Valenzuela justo ahora. Pero he escuchado más a Javiera Mena últimamente. Otra era. Luz de piedra de luna. Dentro de ti (¡más, más Dentro de ti!)
Oye, tú que has andado por las Islas Baleares
navegando en un yate por el Mediterráneo
Yo te pregunto si tú
fuiste
dentro
de ti
Y con ésta que escucho mientras efectúo deberes por las calles de esta ciudad, sudando por el calor húmedo y quemante:
Y vuelvo por ellas a Chile. Un poco se cuelan Gepe y Teleradio Donoso y Alex Anwandter porque me han aparecido en su estela. Conjurar la experiencia (en algún lado, aunque sea en el blog; incluso más en el blog porque estando allá creí que ya no lo tenía, y sufrí su pérdida o la idea de su pérdida). Y entre ese viaje y ahora he ido dos veces a Uruguay, con resultados altamente uruguayos. Allá siempre Me Pasan Cosas. Ahora acaba de irse Triquis: fue testigo de mis crisis, de mis reacciones a los problemas inesperados, de mis entretenciones, de mi llanto y mi enojo y mi mal humor y mi verborrea. Y mis dotes, las que tenga, de anfitriona y paseadora. Nuestras bromas. No acaban. Nos reímos tanto, tanto. Y en tantas cosas importantes nos entendemos tan plácidamente. Fuimos al Lorca a ver Lady Bird. Al Abasto a ver Call me by your name. Ella asistió a museos, yo me quedaba trabajando, fui a juntas en Villa Crespo, largas llamadas a los bancos. Siempre me joden cuando estoy en Argentina. Conocimos personas. Los tres muchachos de la rambla: uno de Boston, otro de Múnich (München), otro de Colonia (Köln). Los dos uruguayos. El muchacho que atendía el Happy Hostel que se parecía a John Snow uruguayo (su doble en el Sur). La muchacha española (de Valencia). El muchacho colombiano (de Bogotá). El trasero del empleado uruguayo del Buquebús (digno de mención). Paseos con Guille. El músico del Flux un lunes por la noche. La muchacha de la extraña técnica ligadora en Feliza. Y San Telmo y la plaza San Martín y Recoleta y Callao. Mi rume y sus peculiaridades. Los ancianos de las empanadas (¡brindan tanto y no con nosotros!). Vino gratuito en el Malba. Noodles con Alicia. Un tren de Retiro al barrio chino. Comimos mucha pizza y muchas empanadas y tomamos mucha cerveza y mucho vino y mucho café, y ahorramos y estiramos la plata como en los rotísimos días de la universidad. Probó la belleza de una buena chipá (la expreso mal, según un artículo:
“La chipa o el chipá.
Femenino y sin acento en Misiones y Paraguay.
Masculino y con acento en el resto del Litoral.
Rico en todo el nordeste.”)
Me tengo que mudar de casa, encima. Mudanza número 20, ó 21. El personaje sin domicilio fijo.
O volver a México.
¿Volver a México?
Estos días solamente escucho Visions of Gideon y su I have loved you for the last time que probó ser agorero.
Gracias a Call me by your name me acordé mucho de una novela erótica que me encanta, de Alfonso Paso, Solo diecisiete años, una novela que no figura en nada de nada, que encontré entre los libros de mi papá cuando tenía doce o trece años, que leí con voracidad, con excitación, con culpa; ahora veo que se trata de una edición de Losada de 1969, en mi mente está indeleble la tapa con la ilustración sesenterísima de una muchacha de piel anaranjada y pelo violeta, y -también veo por internet, ya que mi libro se quedó en México- precedida por una cita de Marcuse, recogida en la contratapa:
“Ante lo que no entiendo, ante aquello que me parece terrible pero que existe, no me dispongo a juzgar. Lo escucho, oigo las razones y sólo lo desprecio cuando me parece fruto de la espantosa civilización represiva que nos ha tocado vivir. Si es un impulso natural, lo justifico en el acto”.
Una adolescente francesa se hospeda con sus padres en un hotel costoso, impersonal (adentro siempre hay “un frío químico”), en Torremolinos. La playa. Conoce a Víctor y Alicia, una pareja de españoles que sale al pueblo a bailar. La pareja y la invitada. Hay, narrada, la masturbación de una adolescente. El orgasmo como un patito que sube y sube. Hay tanto erotismo, tanta obsesión y desapego y bisexualidad, tanto misterio y ambigüedad y frustración y lentitud y esperas lánguidas y exquisitas, tanta luz mediterránea sobre cuerpos dorados en esta novela. Un libro del que nadie escribe, nadie se acuerda, de un dramaturgo que escribió y montó mucho en su época.
Una fantasía, le decía a Ana. De personas hermosas en escenarios idílicos. Una fantasía en la cual perderse, como hacía Emma Bovary. Y así entre los problemas de dinero, de burocracia, de legalidad, de bienes raíces, de facturación, de entregas urgentes, de documentación, de salud, de amor, de cambio total de vida, me pierdo un poco en la fantasía italiana de Oliver y Elio Elio Elio.
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