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Sigo soñando contigo. Al despertar siempre siento el mismo desconsuelo. Por una parte, ya no quiero sentir esto. Ya no quiero extrañarte. Iba a escribir ya no quiero amarte, pero no sé si te amo, o más bien lo que mi inconsciente busca, desesperadamente, es algún tipo de perdón.

Ahora pienso en ese poema de Frank O’hara que tanto me impresionaba, sobre todo cuando dice:

Now I am quietly waiting for
the catastrophe of my personality
to seem beautiful again,
and interesting, and modern.

Puedo buscar mi perdón en otra parte. Es más, ¡puedo dármelo yo misma! Pero no me funciona de esa manera. Me gustaría que me hablaras, que te rieras conmigo otra vez. Hacerte reír y entretenerte. Te cuidaba, ¿no? Te hacía de comer. Era la esposita que te esperaba en casa, y que los fines de semana quería estar sola para escribir. Tenía ganas de estar sola, todo el tiempo quería estar sola.

¿Te fijas que es un poema gay? Es el problema de amar a quien tiene un cuerpo como el tuyo, tu doble y tu reflejo. Me ponía tu ropa, te ponías mi ropa. A veces iba al trabajo y en el camino pensaba que ya no podía más. Quiero y no quiero que leas esto. Pero me has dejado con el monólogo y mis diarios ya no soportan tanto de lo mismo. Como si hubiera tomado un examen, el más importante de las relaciones adultas -escribía en uno- y lo hubiera reprobado estrepitosamente, sin posibilidad de recuperación. Entonces, si no podía seguir, ¿por qué me cuesta tanto olvidar, superar, soltar? Esos verbitos. El caso es que sigo soñando contigo, y en mis sueños te digo que te amo, y a veces volvemos, y así vuelvo a aquel hogar que añoro. Y despierto con una honda tristeza en el pecho, decepcionada de esa realidad sin ti.

How do you go back to being strangers with someone who has seen your soul? decía una de las imágenes de Tumblr.

Eso es lo que jode, este desierto después de saber cómo duermes, de conocerte tan profundamente.

¿Nunca más conmoverse por otra persona?, escribía en un diario de esa época. Esa tontería me frenaba. Llegué a conmoverme por otras personas. Ahora nadie me conmueve, nadie me emociona.

¿Por qué escribo esto? Debería parar. A mí me molestaría la insistencia, en el pasado me molestó la insistencia del amor ajeno. Pero esto no es amor…

Ay.

Volví con Ana, mi psicoanalista. Ella sí me aceptó de vuelta.

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