A veces siento que la reedición del Turn on the bright lights es el signo más claro de la decadencia de Interpol: ha llegado el momento, demasiado apresuradamente, de celebrar lo mejor que han hecho. Diez años después: no quince o veinte; así, muy pronto, con otros tres discos que luego no se pueden discernir uno del otro. Ese disco salió en 2002, yo tenía dieciséis años. La primera vez que fumé marihuana me acosté en un sillón y lo escuché, esperando un efecto impreciso. Sin querer, dejé el estéreo en repeat (todavía usábamos los estéreos y los discos), y desperté al otro día sobre el sillón, y había otras personas en mi casa que aún no despertaban, y el Turn on the bright lights se quedó como implantado en mi mente. Es un disco hermoso. Lleno de misterio, de una inspiración que ya nunca tuvieron de nuevo. Es lugar común desdeñar a Interpol, pero tuvieron ese disco, que fue importante. Leía una reseña: one of the most strikingly passionate records I’ve heard this year, escribía y, más adelante, and although it’s no Closer or OK Computer, it’s not unthinkable that this band might aspire to such heights.
No lo lograron, por supuesto. Ahora sólo queda revivir glorias pasadas. Celebrar esa inspiración y esas atmósferas, perdidas después. Qué terrible y qué triste reconocer en uno mismo un genio perdido. Admirar tu ópera prima como si fuera algo ajeno, rebosante de un talento que ahora no existe, o que se perdió.
Por lo pronto me diste ganas de escuchar el mencionado disco, y la verdad es que no está nada mal. Raro que no lo haya hecho en su momento, porque definitivamente es mi onda. Puedo ver que la crítica que citaste de Pitchfork no es errada: efectivamente prometían, y aparentemente no cumplieron.
Lo que decís de atrapar una estrella fugaz en la juventud y nunca poder volver a hacerlo es algo extremadamente frecuente, uno de los tantos riesgos del artista: esa magia que se tuvo una vez y que nunca más se puede conjurar, y tener que vivir el resto de la vida con eso. Pienso ahora en Rimbaud o Jim Morrison, que eligieron (?) morir jóvenes, pero también en otros como, probablemente el caso más emblemático, Juan Rulfo, que tuvo un chispazo de genialidad y luego la dignidad del silencio. Duchamp hizo algo similar, si bien con una carrera más larga.
En este sentido el rock es particularmente cruel: los rockeros que pueden vivir una vida larga y realmente fructífera se deben contar con los dedos de una mano (digan lo que quieran de los Rolling Stones: a mí me da pena ajena verlos). Por un lado, una industria cultural voraz, que no respeta los tiempos artísticos, que a menudo lanza al estrellato a chicos talentosos que todavía no saben ni afeitarse. Por el otro, una obsesión con la juventud que se paga caro: no hay nada más triste que un rockero viejo y gastado, y nadie tiene una banda de rock después de los 35 años, es sencillamente ridículo. Si se suma todo eso, no es raro que haya tantos one hit wonders, gente que tuvo su chispazo de genialidad y su oportunidad de lucirlo, pero luego tiene que arreglarse con la mediocridad por el resto de sus días.
Es cierto, Lilián. Su segundo álbum es muy bueno también pero Turn On The Bright Lights es lo mejor que jamás hicieron. Es muy difícil encontrar una banda que haga música excelente de manera consistente, probablemente puedes contarlos con los dedos de una mano, siendo generosos, con las dos manos. Pero si uno se centra en la banda y no en el álbum, siempre existirá ese problema cuando, la realidad es, que siempre han existido y seguirán existiendo álbumes que valen muchísimo la pena. Personalmente, yo pongo el álbum debut de Interpol como uno de los 5 mejores álbumes que jamás he escuchado. Aunque los considero muy inferiores comparados con, por ejemplo, Radiohead.