Aquí debería ir lo de Hawaii. Pero luego, hay tiempo. Necesitaría, más bien, desprenderme de otros pensamientos. Por ejemplo, la seducción de escribir aquí, con rapidez y desahogo. Si se relaciona con el hecho de que es público e instantáneo. Si es cierto que podría recuperar (pero para qué) el tono que tenía antes, en mi otro blog, de jojojo y estupideces, ese blog que sin querer revisé hace rato, hasta sonrojarme (editando, borrando, pretendiendo que todo eso no existió y también, claro, recordando) (personas, caras, anécdotas, sentimientos) (tal vez por eso la necesidad de consignar, de fijar).
Y las opiniones idiotas. Y la ignorancia. Y la caricatura. Y el barroquismo. Y la juventud. Y el humor autodenigrante (y repetitivo). ¡Ay! Tengo diarios desde la niñez, todos separados de sí mismos, todos diseminados en distintos soportes (en cuadernos, en máquinas de escribir, en .docs, en posts), todos más o menos con la misma cosa, el mismo núcleo.
No se puede aprender a escribir, se dice. No se puede enseñar a alguien a escribir. Pero eso es cuando existe un tercero concreto, con actitud pedagógica. La idea es que cada vez se debe escribir mejor, con más claridad, con más inteligencia, con más originalidad. Con mayor dominio de recursos. Con mejores reflexiones. Con…
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