Llámalo como Rick

A todas las personas nos toca. A todas las personas nos llega. A algunas demasiado pronto, cruelmente pronto. A otras, feliz o infelizmente después de largos años. ¿A qué edad se pierde a un padre o a una madre?

Mi padre empieza su quimioterapia en febrero. Y radioterapia en abril. Y yo me voy a Chihuahua en unos días, y quiero ir a Guadalajara en marzo, y hay una pulsión de vida en mí; ayer él y yo tuvimos un incidente, le dije que no podía hacer algo que le había prometido hacer y él se molestó, y yo lloré, en fin. Pero al final siempre el perdón, como en mi cuento.

¡Ah! Lean mi cuento, “El genio distraído” en la revista Magis. Trata sobre nuestras vicisitudes en ese anhelado viaje -para él- a Europa el año pasado, y mis aflicciones, que son hórridas y lo afligen también. Es el cuento que he escrito más rápidamente, tenía algunos materiales, y sobre todo cierta urgencia. A veces eso es lo que se necesita, urgencia. Pensé que “La isla López” había sido rápido, dos o tres meses donde me quebré la cabeza pensando en la arquitectura del cuento, y decidiendo si me decantaría por ciertas experimentaciones. Espero que ese se pueda leer públicamente pronto.

Mientras tanto escribo mi libro sobre la locura, ese ha sido algo así como su working title. Es sobre mi brote psicótico, mi bipolaridad, Buenos Aires, pero también Missouri/Kansas y los migrantes y el trabajo. Ya dije en la entrada anterior que no me importa fallar estrepitosamente.

Escribo un poco sin belleza. Estoy en una fase de primer borrador, y me permito cosas que antes nunca, pero en una parte ya advierto que necesito una escritura funcional y comunicativa, que es donde se nota la puntada.

¿Podría durar esto siempre?

¿Podría durarme sin sentir que me encamino al dolor más grande que voy a experimentar hasta ahora?

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