Uno de estos días volvía a México, pero en realidad todavía no volvía, eso pasó después. Ignoro de qué modo, por medio de qué mecanismos, fui recuperándome y reconociendo que los misterios no eran misterios, que los secretos no eran secretos o directamente no existían, que no había algo más grande sino lo pequeño de siempre, lo cotidiano de siempre, en su burda intensidad. Podría mirar mi pasaporte y tener la fecha de entrada consignada, pero en este momento me da pereza. Al menos esta vez sobreviviremos más tiempo en Buenos Aires, de otra manera. Estaba pensando en la memoria y en algo que quiero escribir sobre ella. Eso de registrar los acontecimientos porque, si no, se olvidan. Y esto es muy triste, porque mi mente no es fiable, se va degradando. Pero yo no quiero escribir sobre mi estancia en el hospital, aunque la recuerdo muy bien, y los detalles han sido ampliamente conversados, rememorados, con mi familia. Quizás porque, si la fijo, jamás desaparecerá.
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