Hay desabasto de arena para gato en mi pueblo, fui al súpermercado Juanito (así es: SÚPERMERCADO) y por fin encontré un saco de una carísima de París, pero le dije a mi hermana que si no encontraba nada era capaz de ir a buscar tierra a la milpa enfrente de mi casa, y ella dijo que igual y sí servía esa arena excepto si, y la cito, “la perran meos”.
LA PERRAN MEOS. Uf, es tan genial. Como lapsus es uno de esos memorables.
Me voy a Chihuahua, veo que ya escribí esto en una entrada anterior. Después de descubrir a Gardea. A Luis Safa, Esperando a los bárbaros. En el hospital mi papá y yo leímos los cuentos de Gardea y los comentamos. Qué bárbaro, cuánto dice con tan poco.
El invierno pasado logré engañar a la CFE no sé cómo, pero este año me llegó la bofetada de un cuentonononón. Uso mucho el calentador. Me pregunto, ¿es ético usar tanto el calentador? Deja lo gugleo.
A ver, sí, es peligroso, hay objetos que no hay que dejar cerca, pero consumir la energía… Digo, como el agua. ¿Puedo relajarme en mi casa y bañarme un ratito más ya que con el sudor de mi frente me pagué un calentador solar? Claro, ahora que hay días nublados le sufro. Pero no falta el rato a mediodía en que sale el sol y con eso basta a veces para una ducha rápida, ¿no es chistoso, además de grandioso, que dependa de eso?
Hoy empieza otro taller de cuento. Debo confesar que son arduos para mí, a un nivel personal/escritural. Luego quieres seguir leyendo y procurando la escritura de toda persona que entró y de algún modo confió en ti y en que le darás algo, con suerte una enseñanza.
Desde hace mucho quería compartir la charla que tuve con Juan Carlos Pascual, desde Barcelona, en su canal, TOC Libros. Creo que fue muy honesta. Allí recomendé el libro de Frida Cartas, Transporte a la infancia, que presentamos con Nora de la Cruz hace unos días en Polilla librería. Qué bonito evento fue. Descubro esta posibilidad de colorear ciertos párrafos (“bloques”) y la aplico a esta parte, que son las otras personas, les demás.
ESCRIBIR DUELE. Traigo la muñequera puesta. Estoy en mi temporada de querer escribir mucho (hay todavía mucho por transcribir) y no poder mucho por el dolor. Traigan herramientas del futuro al presente, por ejemplo unas manos delicadas que puedan mecanografiar tan rápido como lo hice en mis mejores momentos, y en el que escribir a mano no me deje adolorido hasta el hombro. Manos nuevas para insertármelas, como Luke Skywalker.
Mi cuerpo, esa prisión, como escribió o dijo Onetti, creo.
En el Twitter tengo puros pensamientos frívolos. Pensé: tal vez lo que me embrujó de Igby goes down es la interpretación de Kieran Culkin, todo ese dolor contenido que explota en aquella escena donde le recrimina a Sookie cuando decide quedarse con su hermano mayor, Oliver.
“They are rigid and they are cold, cold, cold to the fucking bone!”
Qué curioso que se refería a esa clase social -a la que pertenece pero de la que reniega- que luego volvería a interpretar en Succession, con menos conciencia de clase que Igby, pero idéntico amor por su padre demente.
Usuario Danny_G13 en imdb.com, en cuyos foros solía perderme antes, opina en dicho sitio:
Creo que tiene razón y ya he dicho o escrito por acá que la actuación es como la prosa de una película y a veces vale la pena una nomás por atestiguar monstruosidades así.
Al comentador anterior le faltó mencionar a un secundario memorable, Jared Harris. En mi pasado letralebreriano escribí de él, de ese secundario memorable. ¡Hace once años de este texto! En fin.
Tal vez por eso Kieran no tomó tantos papeles entremedio, se sabe cómo era la familia de la que viene, ahora parece un tipo más bien familiar. En Twitter hace tiempo escribí: Este perfil contiene su mejor descripción: “a unique combination of snottiness and vulnerability”, lo dice la sexy J. Smith Cameron:
¿De qué era este post?
Misterios, misterios.
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