No mames.
Güey.
Órale (para todo).
Padre, padrísimo.
A la chingada. Que se vaya a la chingada.
¡Pendejo! (a un conductor)
Elaboración entre pendejo, cabrón y nuevas formas de insultar a malos conductores (forro entre ellas, la concha de tu madre otra).
Pinche güey.
¡No mames! ¡Mamón! Mamando, mamó, se la mamó.
La neta. La neta es la neta. La verdad es la neta.
Y el ahorita. Mi compañero más divertido no se había burlado del ahorita. Y mi hermana: entonces cómo dicen algo que será ya, ahorita.
Reencuentro. También con el lenguaje, que volvió a mexicanizarse (achilangarse, en parte). Bajo techo. Buenos Aires no dejó de llover. Salir y frío, frío hijo de tu puta madre. Suerte culinaria. Sueños muy nítidos en aquel piso 13. Y el amor. Y otras cosas.
Llegué del aeropuerto y me puse a leer, otra vez, pero como con lupa, sin distancias, el diario de Ana Frank. Por la mañana, el de Virginia Woolf. Porque los diarios, ahorita, ocupan mi mente, mis proyectos. Pero además no quería pensar en la tristeza infinita de la despedida.
Ahora está tan soleado, ¿por qué? Siento que soy otra. Otra vez cambié. Y ya solamente pienso y planeo la estadía próxima en México. ¿Y aquí qué poner? (Verónica Murguía: SOS). Sí duele. No deja de doler.
https://youtu.be/S7mia9UMG4Y
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