Junté algunas ideas sueltas sobre The Wolf of Wall Street, de la que es improbable decir nada original a estas alturas pero, de todos modos, las escribo a continuación:
(obviamente, hay múltiples spoilers)
Animalidad
Jordan Belfort es un lobo. Pero no es nada más una metáfora. Hay mucha animalidad en él, en lo que hace, en la gente que lo rodea. Y la idea no es sutil. ¿Cuál es la primera frase de la película? The world of investing can be a jungle.
Bulls.
Bears.
Danger at every turn.
Estos tipos son animales, punto. Y Scorsese se da vuelo mostrándolos en sus fases animalescas. En la estampida:
Mientras devoran a la presa, por el placer -puro y primitivo- de la depredación:
(también, mientras interrogan al mayodormo que tuvo la osadía de organizar una orgía gay en el departamento de Jordan, es demasiado explícito el gusto de aterrorizar, castigar, territorializar).
Además.
Cuando aúllan, cuando literalmente aúllan:
En el canto tribal de la selva (que le ride tributo a la cabeza de la manada: finalmente, los lobos son animales gregarios):
Lo que más me gusta es que Jordan, como lobo, reacciona a su entorno con instintos animalescos. ¿Qué es el inesperado putazo del quaalude sino el disparo o la herida violenta que derriba al animal de caza? ¿Y cómo reacciona Jordan sino haciendo un mesurado listado de los recursos con los que cuenta para sobrevivir al peligro?
La imagen me recordó una frase del cuento Casa inundada de Felisberto Hernández: “Su voz se había arrastrado con intermitencias y hacía pensar en la huella de un animal herido”.
Paréntesis necesarios y obvios: qué gran pieza humorística es toda esta escena. ¡Cuánta comedia física! Leonardo se estrena en el slapstick más tradicional (o, como lo explica el hiperculto Ernesto Diezmartínez, un Jerry Lewis en drogas).
Otro paréntesis: la lucha para mantenerse en funciones y alerta durante el viaje me generó una sensación como de sueño. Jordan se arrastra, babea, maneja, babea, entra a su casa, babea, intenta arrebatarle el teléfono a Donnie, babea. En esa batalla contra la inmovilidad, contra la imposibilidad de articular palabras, hay, para mí, una lucha como la que se libra dentro de los sueños.
Hace poco soñé que despertaba y no podía hablar: miraba la puerta, el pasillo, el contorno de mi cara sobre la almohada, y la voz no salía. Seguramente abrí los ojos también. En Paprika hay una escena similar, cuando se pasa de un escenario a otro a través de una tela elástica que no termina de romperse:
En la escena hay otro elemento ligeramente inquietante: mientras habla con su abogado, antes de que el Lemon le haga efecto, Jordan dice una frase que al espectador le resulta cien por ciento comprensible (I didn’t try to bribe anybody!), pero que a su interlocutor ya le suena al washawasha posterior. En esa breve anomalía se contagia un poco de la confusión que experimenta Jordan (o, como dijera Alonso Ruvalcaba en su ensayo al respecto, ahí se encuentra un botón de subjetividad).
Finalmente, cuando llega hasta Donnie, ¿no es toda la pelea alrededor del teléfono (y un teléfono además, que es el arma que empuñan para practicar su animalidad) una pelea entre el lobo alfa y el beta por el pedazo de carne? Se muerden, se arrastran, son lobos que luchan entre sí; es la ley de la selva:
Y POR SI NO QUEDARA CLARO, después de salvar a su amigo de una muerte violenta y estúpida, Jordan aúlla como gorila:
Además.
Cuando es atrapado (en el vuelo rumbo a Suiza), gruñe y gimotea como animal que cayó en una trampa. Véanlo, es un cachorrito de pronto:
Otro animalito:
Dos últimas:
La primera vez que fuma crack con Donnie, Jordan quiere correr, ¡correr como leones y tigres y osos! Las drogas son el shot de adrenalina que en los animales se manifiesta en la estampida gozosa.
El detective.
Si estos tipos son animales de caza, ¿quién los captura? Un animal más inteligente. Un ave de presa.
El tipo que es “straight as an arrow” es aquel que termina de esta forma, porque así funciona el sistema: la rectitud no tiene recompensas. Y eso lo hace todo aún más inmoral.
Notas intermedias
La escena de la rapada es un gang rape brutal. Estos tipos se cogen lo que quieren, enfrente de los demás si hace falta. Ella parece esperar que la valentía de sentarse ahí le gane el favor de quien sostiene la máquina de afeitar, pero no: ante los animalescos gritos de scalp scalp scalp, es rapada frente a todos. Después, tambaleante, con las pocas hebras de pelo que le quedan, se retira con el dinero que ya sabe sucio, corrompido, mientras a su alrededor se desata la bacanal.
¡Y qué bacanales! Ya han dicho qué dionisíacas orgías se emprenden aquí. La imagen misma es como de composición clásica, griega:
Como de pintura renacentista:
De Rubens:
De barroco, con atención en el objeto de arte, como este hermoso zapato Gucci (que creíamos Ferragamo):
Como nota feliz, ¡Fran Lebowitz!
Occupy Wall Street bis
Estos tipos son vendedores, eso es lo único que hacen bien. Y Jordan es un gran líder. Motiva a sus empleados, cree en ellos, conoce bien los talentos de cada uno, los alienta. Todo él es una lección de liderazgo, de emprendedurismo como lo conocemos hoy: la capacidad de entablar relaciones emocionales con tus empleados (para, quizás, dejar que ellos hagan el trabajo sucio por ti).
(Para este papel se necesitaba un vendedor con mucho carisma, es decir, un seductor, es decir, un gran actor, es decir, Leonardo DiCaprio.)
También hay una fábula de mentores y aprendices. También esto es entorno empresarial: todo lo que aprende de Mark Hanna lo hereda después a su pequeña manada.
(Por cierto, ¿hay algo mejor que Matthew McConaughey? Su brevísima escena es tal vez la más disfrutable de toda la película.)
No hay glorificación. Scorsese, Terence Winter y el mismo Leonardo DiCaprio tratan a su héroe con condescendencia. Siguen el libro de Jordan Belfort al pie de la letra -según he leído-, pero lo hacen con ironía, una ironía que celebra y también se burla: así como Jordy embauca, es embaucado. También a él le ven la cara: su yate horrendo, el banquero suizo, la esposa interesada.
Sus discursos son retorcidos, porque encarnan un sueño americano retorcido: the beautiful house, the beautiful wife, the beautiful kids. En lo más burdo, The Wolf of Wall Street es una fantasía que se ofrece al espectador. El desfile de excesos comprados con dinero funciona como un moderno cuento de hadas: aquí lo imposible, aquí lo irrealizable, aquí lo fantasioso. Más que un espejo de la sociedad (aquí y aquí), es el espejo de sus sueños, de lo que quiere y no puede tener (y que otros, talentosos usureros, pueden conseguir y, además, ser admirados por ello).
We are the common denominator, dice Mark Hanna. Tipos como estos mantienen el sistema atado con alfires: ellos, Robin Hoods, roban al más rico para echárselo directo a su bolsillo. Pero en el robo hay un revanchismo de clase. Éste es el discurso oculto en The Wolf of Wall Street, uno revolucionario, anárquico, anti-sistema. Al enseñarles el guión que deben seguir para vender las acciones de empresas miserables, Jordan los anima con un nuevo target: the wealthiest one percent of Americans.
¿Qué tan masiva era la idea del 1% en los años noventa? Sé que existía, ¿pero tenía una relevancia cultural como la de ahora, a la luz del Occupy Wall Street y otros movimientos? Los discursitos con los que Jordan motiva a sus empleados pueden muy bien aplicarse a nosotros, los espectadores. Porque en su entraña el mensaje toca la fibra de la clase media. Hacer dinero para pagar la tarjeta de crédito, para tener un mejor trabajo, para alcanzar una vida más digna. I want you to deal with your problems by becoming rich. Hacer dinero como revancha social: nosotros, espectadores, sentados, pasivos, empleados, el engranaje más bajo de esa rueda.
La justicia también es una artificio: Jordan pasa poco tiempo en la cárcel y después se vuelve gurú de auto-ayuda. Ese es el final lógico y natural en esta sociedad. Adorar estos ídolos. Estos que mientras orinan gritan un gran, sonoro FUCK YOU, USA.
Por ahí puse en Twitter que qué gran manera de acabar la película, volteando un espejo hacia la audiencia. Esos neozelandeses babeantes, hechizados por este cabrón, no son otros que nosotros mismos.
Yo le decía a Lilián que amo odiar esta película y leyendo el final del post y tu comentario, Jair, tengo la sensación de que mi problema con esta es justamente que Scorsese partió de que todos queremos lo mismo que Belfort. Y no, la verdad no. Héctor por ejemplo me decía que si, que le encanta el sexo, pero que no entiende esta necesidad orgiástica y llena de florituras Belfortianas. Un trio no es mejor que un dúo estándar cuando el dúo está bueno (eso lo añadí yo) (y no hablo de amor ni cosas cursis, si no de la pura pasión sexual). -sigo por ahí para no atascar más esta “response”-
No creo que Scorsese haya partido de esta idea tan generalista. Muchos lo desearán, muchos mirarán las orgías y los excesos de Jordan, y querrán eso para sí, ¿pero honestamente qué clase de personas son éstas? Yo ciertamente no lo deseo y dudo mucho que nadie que conozca lo desee. La idea es retorcer el sueño americano, como dije: en su esencia ahí está, pero deformado por las condiciones que permiten que existan personajes de este calibre.
Tal vez ese es mi problema con la película. No puedo creer que haya partido de una idea tan generalista pero me da la impresión (o no entendí bien) de que eso dice todo el mundo:
http://latempestad.mx/el-lobo-de-wall-street-the-wolf-martin-scorsese-review-resena-nicolas-cabral-jordan-belfort-alain-badiou
http://www.letraslibres.com/blogs/en-pantalla/wolf-wall-street?page=0,1
Bueno, creo que ambos textos -uno más explícito que otro- argumentan que la cuestión es si nosotros le vamos a comprar el choro a Belfort. Y justo, porque habrá gente que se deslumbre con sus orgías, y porque también tenga como sueño infantil hacerse rico a como dé lugar, la película funciona en la pregunta que lanza al aire.
La pregunta es ¿y se lo compramos? La respuesta es obvia y le quita profundidad a la pregunta.
Yo entendí diferente al detective.
No hubo ninguna decisión suya en capturar a los cómplices de Jordan y dejarlo ir, fue una decisión impersonal, dictada por sus superiores… yo lo entendí así por las veces en que vemos al abogado de Jordan negociando los términos en que podría entregarse. A fin de cuentas, quien prefiere encarcelar a varios en vez de solo a Jordan son los fiscales… ¿no?
El detective, creo, es solo un empleado de una maquinaria burocrática, el tipo pobre pero honrado que atrapa al tipo pobre pero listo y vale madres que fue Jordan. Lo que vemos en la escena donde va de regreso a su casa es la recompensa adecuada para alguien como él: ninguna. Otro día, otro criminal tras las rejas, otro dólar. ¿Qué me ordenará el jefe mañana?
Tienes razón. Después de meditarlo más, con lo que me comenta @mauroforever en Twitter, sobre la derrota del personaje, lo leí de nuevo bajo otra luz. Después de todo, el tipo que es “straight as an arrow” termina de esta forma: derrotado, como se lo vaticinaron (hecho mierda en el metro), con otros que están en los escalones más bajos de la rueca, como él.
Jojo, dejé de trabajar para capturar esto: https://www.dropbox.com/s/8hkkc42zkaksa9f/Belfort%20vs%20detective.jpg
Según yo, Belfort ve con compasión al detective, que le pone cara de no entender… después se corta al periódico, pero cuando el detective lo baja, como que se da cuenta de dónde está, supongo que recuerda lo que le dijo Jordan, como que está pensándolo; pero la escena se corta, y ya nunca lo vemos quitar la cara de estar dudando.
Pero no creo que esté derrotado… desde el punto de vista de nosotros y de Belfort sí, porque quién era para ponerse del lado de quienes no dejan a los pobres diablos aspirar a orgías con modelos noruegas en yates de lujo. Pero es su chamba. Es lo que escogió para su vida.
Eres muy grande, Frost. Te quiero. Y coincido. Cuántas lecturas posibles: es claro que yo quiero ver cinismo en todos lados, desesperanza también, DOLOR PENA DESOLACIÓN, pero también: qué duro es aceptar la rectitud con la que escogiste vivir.
Tampoco estoy tan convencida de que estos gueyes griten “fuck you, usa”. Los beatniks gritaban fuck you usa y a los ojos de esa sociedad eran unos perdedores. Qué tan diferentes son los excesos belfortianos de los excesos de justin bieber (por decir). Básicamente, me aburrí. No encontré nada de vital -o mortal, que eso también suele atraerme- en los excesos de las excesivas 3 horas de American Pie versión para adultos. Si me apuras, The Hangover es mucho mejor película.
Aunque, eso si, me encanta tu lectura de Belfort y su banda como animales en la selva.
De hecho, el FUCK YOU, USA es un diálogo exacto de la película, una frase enormemente radical que queda ahogada entre el desfile de monstruosidades (y sí, la dice Donnie Azoff mientras orina en un bote de basura) (creo recordar). Y no, creo que no son diferentes: he ahí la cuestión.
Creo que la idea vital de la película no se encuentra en estos excesos -son inmorales-, sino en lo que dicen en el cuadro más amplio.
Y por últio, ¡de ninguna manera The Hangover es mejor película! ¡No blasfemes, Botica!
Como dice el querido Ángel Buendía, sólo quería ver qué tan alto saltabas 😉
Me encantó tu reseña, aunque coincido con el resto de los comentarios que he leído por aquí en el debate acerca del final. Me dio la impresión de que el personaje guarda cierto regocijo al tener la vida que ha dedicido vivir, en todo momento sus actos lo acercan a eso que para él es “lo correcto”, además de que se percibe el gozo que le provoca esta falsa humildad, a pesar de lo minimum wage y terrenal del viaje de vuelta a casa, despliega el ego al saber que él lo ha escogido así, la batalla de egos entre los animales de caza… Película entretenidísima, graciosa a decir basta, amé el dúo dinámico de Jonah Hill-Leonardo di Caprio… una versión moderna y transtornada de los personajes más famosos de Saavedra.
Mi reacción:
And I’m like:
El final de la película me parece la gran clave. Según yo, la escena en el metro y la charla motivacional son las primeras escenas en toda la película en donde la concentración se desplaza de los personajes principales y su peculiar visión de las cosas, las mujeres, su país y de todo lo demás (que tan bien ha desmenuzado usted en su texto) hacia las personas que hasta ese entonces sólo habían sido voces anónimas puestas como sacrificio al otro lado de líneas telefónicas.
Scorsese construye con mucha precisión (jugando con autorreferencias y el dominio total de las técnicas del cine, por decir lo menos) un mundo inverosímil por excesivo pero que terminamos aceptando —incluso con gusto— para al final demostrar que no es más que un truco de ilusionismo ferial que seduce y emboba pero no termina nunca de existir más que en las ganas de ser engañado, por una parte, y la habilidad para ejecutar el engaño por el otro (la gran lección, creo, de Mark Hanna); y en esto se incluye a la administración de justicia.
El agente del FBI, supongo, tiene un poco más clara esa realidad. Posiblemente en eso vaya pensando, en cómo funcionan REALMENTE las cosas. Y no sé si recuerdo mal, pero creo que a través de las ventanas del metro se puede ver un anuncio de una firma de inversiones, con gente sonriente como de revista ESCALA de los noventa, como de infomercial chapucero. Anuncio tan irreal como el mundo de las altas inversiones, claro. Otra pieza más en el engaño. O puede que vaya pensando en qué le habrá preparado su esposa para cenar… Es una de esas escenas que se hacen grandes más por lo que callan que por lo que definen.
Perdón por la prosa torpe. Saludos y mucha admiración.