Me exalté con este texto de Julio Patán en Letras Libres, ¿Yo soy 132? Y dejé este comentario kilométrico:
El problema de escribir de #YoSoy132 a un mes de las elecciones, a meses de su creación, es que uno ya asumió una postura antes de empezar: describir su carácter contradictorio y poco definido, su caída tropezada al radicalismo, o ponerse positivo y celebrarlo.
Hay varias inconsistencias: el grupo que “empujó y escupió” a Carlos Marín no era un grupo de autodenominados 132. El incidente ocurrió en el cierre de campaña de López Obrador, por lo que, acaso, habría que describirlos como simpatizantes de AMLO. Saltarse la lógica y asegurar ya de plano que eran 132 es asumir el argumento bastante pelotudo de Alemán y otros de que el 132 “estuvo siempre cooptado por AMLO”. Y eso es tramposo, como el mismo Patán consigna a través de las desmarcaciones de distintas asambleas, la del ITAM, por ejemplo.
Otra inconsistencia: el #YoSoy132 sí explicó cuál es su método de toma de decisiones y qué se considera oficial dentro del movimiento. Como Patán sabrá, había una Asamblea Interuniversitaria que era la encargada de aprobar resolutivos. Lo explicaron muchas veces: el carácter del movimiento hace natural que cualquiera que se considere parte de él, sea automáticamente parte de él. La consigna misma, yo soy 132, alude al número 132 anónimo, el ciudadano que se suma a los 131 alumnos de la Ibero en la propuesta, y que puede ser cualquiera. Pero sólo lo que es aprobado en la Asamblea Iternuniversitaria puede considerarse como oficial del movimiento. De ahí que todas las ridiculeces, los actos vandálicos (los hubo: en León y en Oaxaca), la ‘toma’ de casetas y otros, sean expresiones de los auto-adheridos, que no desvirtúan el movimiento sino que dan cuenta de su excesiva permisividad. Tal vez ahí esté la crítica.
Como nota al pie: usar ese texto de Ricardo Alemán como una cita seria, como una fuente de información y contraste, es peligrosísimo. No por su tono, dejemos eso de lado. Por las cosas que afirma: que la manifestación en el Azteca “eran cientos”, cuando se vio que era un grupo que explicaron en un Tumblr o un Facebook cómo confeccionaron la camiseta gigante. O que CÓMO ES POSIBLE QUE un rato estén en el Azteca y luego en Televisa, ¿cómo se transportan? (cualquiera imagina de inmediato que son distintas células). En fin. El texto de Osorno en Gatopardo es importante porque él estuvo ahí, habló con ellos, los acompañó en las asambleas; hizo, en fin, trabajo periodístico, no un recuento de distintas notas en los medios para salir con el juicio fulminante: estos muchachos no sirven.
Segunda nota al pie: el nombre de la estudiante pejista (ya de plano pejista, para que no quede duda del tono) no es Circe Cacho, sino Circe Camacho.